Bandolerismo en Marmolejo

Esta modalidad de delincuencia se impuso con éxito en la década de los ochenta del XIX, en bandas tan conocidas como las del Bizco de Borge y Manuel Melgares, jefes de una partida, cuyos integrantes, naturales en su mayoría de pueblos de la comarca de La Axarquía, operaron activamente por tierras malagueñas y cordobesas entre 1880-1887. No podemos afirmar que el caso que nos ocupa a continuación fuera promovido por personas relacionadas con partidas de bandoleros propiamente dichas, pero sí es evidente que actuaron a imitación de ellos para sacar suculentos beneficios con sus actos chantaje.

En el diario “El Imparcial” de Madrid aparecía, el 11 de agosto de 1886, la siguiente noticia: “Desde hace unos cuantos meses, no pasa día sin que la prensa de cuenta de incendios intencionados en predios de Andalucía, y muy especialmente en la provincia de Jaén. El Bandolerismo en aquella región se manifiesta en constante ejercicio, unas veces, asaltando a mano armada a los viajeros o a los cortijos, otras apoderándose de las personas acomodadas para mantenerlas en secuestro hasta obtener crecido rescate, y actualmente devastando por el incendio la propiedad si no se satisface la cantidad exigida al propietario por medio del anónimo.

En una de las regiones más agrícolas de la Península, en la que el producto de la tierra constituye la casi exclusiva riqueza, el propietario encuentra amenazado constantemente su patrimonio si no paga crecido tributo al bandolerismo.

Tenemos a la vista una carta de Marmolejo, en la cual se da cuenta detallada de los medios que se ponen en práctica para exigir crecidas sumas con la amenaza del incendio y con su realización si no se satisfacen las exigencias de los criminales. Vean nuestros lectores la carta en que se da cuenta de semejante atentado: El día 19 del pasado mes fue   avisado el comandante del puesto de la Guardia Civil de Marmolejo, José Rodríguez Simón, de que D. José María Ruano, representante del dueño de los cortijos de San Julián, acababa de recibir una carta en la que se le exigían 2500 ptas bajo la amenaza de poner fuego al haza de trigo y cortijos citados.

Enterado el comandante de puesto del sitio indicado por los bandidos para colocar el dinero, que era en una de las orillas del Guadalquivir, tomó las medidas convenientes, colocando después un pequeño saco lleno de calderilla, sin conseguir el resultado que se esperaba, por no presentarse los criminales.

Como en segundo anónimo dirigido al expresado señor, se le pidiera, no ya la anterior cantidad, sino 3750 ptas bajo la propia amenaza, falleciendo el Sr. Ruano en aquellos días sin que la familia con tan triste motivo llegara a acordarse de colocar el dinero en el punto precisado, cumplieron los bandidos la amenaza, prendiendo fuego al trigo, quemándose unas 5000 fanegas, no llegando a los cortijos el voraz elemento, gracias a las acertadas disposiciones de la Guardia Civil, que trabajó sin descanso. Después de varias indagaciones llevadas a cabo por el sargento Simón, pudieron ser capturados los presuntos criminales, que puestos a disposición del juzgado, confesaron ser autores del citado crimen. Son vecinos de Marmolejo, llamándose Juan y Pedro Barragán Ruiz, personas tenidas por honradas en esta población.

Se han distinguido en la captura de los dos bandidos, trabajando cuanto humanamente les fue posible en la extinción del incendio, además del sargento Simón, José Rios, el cabo segundo, Diego Prieto López y Vicente y José Ocaña Cabrera, que se han hecho acreedores a recompensas y a ser recomendados a los generales Cuéllar y Cervino.

Bien merece elogio el cebo desplegado por la Guardia Civil para el descubrimiento y captura de los culpables pero como no se trata de un solo hecho, sino de muchos que hasta ahora permanecen envueltos en el misterio y la impunidad, el gobierno y sus delegados en aquella provincia deben adoptar las medidas más rígidas y apropiadas, no sólo para castigar con energía tan repugnante delincuencia, sino para precaver hechos tan incalificables. No es posible levantar a la debida altura la industria agrícola en nuestro país, si a más de las crecidas contribuciones territoriales, de no contar con vías de comunicación para que circulen sus productos, el bandidaje se encarga de apoderarse por medio de la amenaza del importe de los frutos antes de recolectarse, o devastar y arruinar la propiedad si no se satisfacen las atrevidas exigencias”.

La ola de incendios intencionados del verano del 1886 afectó también a otros lugares de nuestro entorno geográfico como la finca de la Dehesa que la casa de Medinaceli poseía en Espeluy y la finca del Barranco propiedad de Manuel Pérez de Vargas y Castejón, conde de Agramonte, gran contribuyente de Andújar.

El cortijo de San Julián era el latifundio más extenso y fértil del término municipal de Marmolejo, con una superficie cercana, por estos años, a las 3000 hectáreas, básicamente integradas de tierras calmas dedicadas al cultivo extensivo de cereales. Pertenecía a uno de los linajes nobiliarios de más notoriedad en España; la casa ducal del Infantado. Su titular era Andrés Avelino de Arteaga y Silva Carvajal (1833-1910), XVI duque del Infantado y séptimo marqués de Valmediano, entre otros muchos títulos. La inmensidad de este latifundio abarcaba las fértiles vegas aparceladas entre 1952-53 por el Instituto Nacional de Colonización, así como las campiñas colindantes dedicadas a cereal y olivar con límites en la zona conocida como Portichuelo de Lopera, cerro de las Monjas y Mirabuenos.

Generalmente estos latifundios estaban a cargo de administradores que, a su vez, se apoyaban en encargados y capataces, con amplios poderes para realizar las contrataciones de los jornaleros de la zona, incurriendo, a menudo en abusos de poder y vejaciones humillantes sobre el personal contratado por lo que, a menudo, estas fincas eran blanco de acciones de venganza y sabotaje llevadas a cabo no necesariamente por partidas de bandoleros sino por personal agraviado. Si es cierto que, en ocasiones, las partidas de bandoleros actuaron en nuestra región como auténticos justicieros en beneficio de los más débiles, pero no parece ser éste el caso que nos ocupa, pues los susodichos hermanos Juan y Pedro Barragán Ruiz no eran bandidos al uso, como afirma el articulista del Imparcial, sino ciudadanos, bien considerados, que pudieron actuar, probablemente presionados por alguna circunstancia personal extrema.

En el caso de esta finca ya encontramos otro episodio relacionado con el incendio de sus almiares, algunos años antes (septiembre de 1865), sin que se puedan precisar sus causas. Una vez más, aparece destacada la labor de la Guardia Civil en su labor de protección de esta gran propiedad.

Meses después del espectacular incendio del Cortijo de San Julián, se repitieron en Marmolejo otros episodios de extorsión, siendo de nuevo destacados en el diario “La Época” del 15 de enero de 1887. Dice así: “A pesar de la muerte de los tres bandidos más terribles que infestaban Andalucía, no debe haberse extinguido totalmente esa plaga pues en el “El Industrial” de Jaén leemos que en Marmolejo, por ejemplo, continúan recibiéndose anónimos pidiendo dinero y amenazando a muchos propietarios valiéndose del nombre de Melgares.

Ahora le ha tocado al vecino D. Francisco Delgado, que halló una mañana cierta carta en el pasillo de su casa. La carta reclamaba 10.000 reales en dinero que el Melgares pedía se colocaran en un hoyo detrás de la huerta llamada del Hospital, en las afueras de Marmolejo. Un mozo de toda confianza del Sr. Delgado habría de conducir la suma que se exigía. La Guardia Civil tomó sus medidas para la captura de los criminales, pero no pareció a recoger el dinero” .

Como en el caso anterior del incendio del cortijo de San Julián estaríamos ante un caso de extorsión provocado por algún vecino de Marmolejo, pues el célebre Manuel Melgares ya había fallecido hacia finales de diciembre de 1886, probablemente a consecuencia de un ajuste de cuentas entre miembros de la partida del “Vizco de Borge”, en las cercanías de Encinas Reales, donde su cadáver encontró sepultura el 12 de enero de 1887.

Publicado originalmente: aquí.

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