Poemas de Antonio Ledesma Hernández

Gracias a Antonio Jose López, visitante de VilladeMarmolejo, hemos conocido estos dos hermosos poemas que Antonio Ledesma Hernández (poeta almeriense 1856-1937) dedicó  a Marmolejo en su juventud, donde cuenta, con todo lujo de detalle y gracia su estancia en el Balneario.

Con nuestro agradecimiento y su permiso los compartimos con todos vosotros:

EN MARMOLEJO

Son las tres de la tarde
y en Marmolejo
el suelo está que arde,
duerme el vencejo,
el río, perezoso,
lame la orilla,
todo yace en reposo:
el sol que brilla,
la cigarra que calla
y el soto umbrío
y el ave, que no ensaya
su alegre pío.
Hemos llegado ha poco
siete personas:
vamos a hacer el coco
como las monas.
El parque está durmiente;
calor de fragua
va dejando la fuente
sin gota de agua;
bebemos en un vaso
como jilgueros;
vamos paso entre paso
por los senderos
y tan sólo se mece
la débil hoja
cuando el guarda aparece
o habla La Coja.

Al hotel regresamos
luego, mohínos,
y el polvo masticamos
de los caminos.
Solitos a la mesa
mudos comemos;
no hay cestillas de fresa,
sólo tenemos
tasajos de cordero
que a su rebaño
quiere volver ligero
saltando huraño.
Caza de todas castas
y a todas horas
y unas fósiles pastas
muy seductoras.

La visita del médico
rompe el hastío,
un hombre enciclopédico
canoso y frío.
A todos les penetra
su mal oculto;
a mí, letra por letra,
fijo en el bulto
que mi estómago hacía
por ir muy flojo,
me dijo que tenía
la muerte al ojo.

-”Padece usted un catarro
del intestino;
tome quina en un jarro,
que es mal dañino;
no beba el agua cruda,
bébala hervida,
porque en ello sin duda
le va la vida.

“Yo, le dije, “no siento
nada en mi abdomen,
digiero en un momento,
(…)
el agua bebo a pasto,
porque es muy rica,
“Yo, le dije, “no siento
nada en mi abdomen,
digiero en un momento,
diagnóstico nefasto,
¿cómo se aplica?”

Y él respondió: “Usted sueña,
muy mal se quiere,
usted, aunque se empeña,
bien no digiere”.
Y yo salí diciendo
con faz mohína:
“¿Tendré ese mal horrendo?
¡que me den quina!”.

Pero al llegar a casa
tras de ese paso,
de agua cruda y no hervida
me bebí un vaso,
porque estoy convencido
que en este fuego
me muero derretido
si no me riego
y que el doctor entiende
de medicina
lo que el tío que vende
fruta en la esquina.

CARTA DEL BALNEARIO

Reina y Princesa, por ser
timoratas a porfía
y quedarse en Almería,
donde no hay nada que ver;

por no seguir mi consejo
y pecar de caprichosas,
qué de magníficas cosas
os perdéis en Marmolejo.

Esto hay que verlo despacio;
hay aquí cuanto se anhela;
el gran hotel de Manuela
tiene aspecto de palacio.

A la puerta dos ujieres
en forma de fregatrices
nos levantan los tapices
y hacen otros menesteres.

En el patio principal
de mármoles y azulejos
se ostentan claros espejos
(los ojos de cada cual).

Enfrente se ve un jardín
con un Watercloss mefítico
y un arbolillo raquítico
donde canta un colorín.

A otro lado, el comedor,
éste es una brava pieza;
pues se sabe dónde empieza,
no dónde acaba el traidor;

túnel o canal metido
a lo largo de la casa,
todo el que a la mesa pasa
parece que va embutido;

mas la comida del daño
nos consuela, por mi fe;
la sopa diciendo bee
suspira por su rebaño.

¿Y el pavipollo? ¡Ideal!
hay que cortarlo con faca;
si no se le trincha, escapa
cantando ufano al corral.

Para hacer la digestión
dos pollitas aguanosas
tocan y entonan preciosas
guajiras en el salón.

Nosotros la sucursal
tenemos casi ocupada,
sillas, butacas jibosas,
camilla y escupidor.

Cuando empieza a anochecer
un quinqué se enciende aquí
igual que los del Ruiní,
mucho tufo y poco ver;

y hay que asfixiarse en la cama
con tanto olor a pavesa
o abrir el balcón, que espesa
nube de insectos derrama.

Tras la noche andar cazando
a los vampiros sutiles
con otras delicias miles,
la mañana está esperando.

Ayuno, porque el Doctor
para el agua lo propina
y el estómago y la espina
se juntan que es un dolor.

Al coche y luego detrás
el detestable brebaje,
que parece aquél salvaje
bálsamo de Fierabrás.

Beber dos vasos o tres,
o cuatro o cinco que embotan
y el organismo alborotan
y a pasearlos después.

Sólo nos da peregrinas
distracciones a estos males
ver unos pavos reales,
un faisán y unas gallinas.

Serán malos estos trotes,
pero a santos vamos yendo,
más que vosotras oyendo
los bailables de Hugonotes.

Dos veces ¡ay! la ingestión
del agua ha de ser al día.
Yo estoy hecho una sandía,
y nunca he sido melón.

El médico así mañanas
y tardes nos lo ha prescrito;
este Esculapio maldito
ha hecho pacto con las ranas.

En fin, habréis de sentir
no haber venido a gozar
y no poderos llevar
bebido el Guadalquivir.

Yo, que de andaluz no peco,
bajo palabra les digo
que si así sorbiendo sigo,
lo voy a dejar en seco.

Si de esta vivo y escapo,
Marmolejo no me espere.
Su amigo que verlas quiere,
si no se convierte en sapo.

 

La Memoria y la Actualidad de Marmolejo a tu alcance.