Nació en la vecina ciudad de Andújaren el año 1872, era el único varón de cuatro hermanos. Su familia se dedicaba al arte de la cerámica. Sus padres vinieron a Marmolejo cuando Francisco tenía doce años de edad; compraron una tierra de una fanega de extensión, con el fin de obtener el barro, en el sitio conocido como «Las Torrecillas».
Con 24 años de edad contrajo matrimonio con la marmolejeña Manuela Padilla Casado y a partir de este momento se establece por su cuenta. Era el año de 1897.
Compraron una casa en la calle Suárez, hoy llamada Útica que corresponde a los actuales números 4, 6 y 8 de la citada calle. Aún hoy conserva prácticamente el aspecto original de la fachada de la época. Además dicha casa tenía un corralón anexo, que actualmente es la exposición de muebles Pastor. En lo que ahora es el portal principal de la casa número 6 tenía el taller de trabajo y torno; además usaba una habitación para colocar las piezas hasta llevarlas al sol del corralón, donde estaba el barro, el horno, la amasadera, etc..
En 1909 fue nombrado Concejal del Ayuntamiento de Marmolejo de instrucción Pública, Política Sanitaria y Política rural .
Pero si por algo destacó Vallejo fue por su maestría en la cerámica. Su taller se convirtió en uno de los lugares más importantes de Marmolejo para la tertulia. Todos los agüistas se acercaban para verlo trabajar y participar de sus sustanciosas conversaciones, ya que poseía un carácter afable, además de ser un hombre culto.
Gracias a su gran dominio del arte cerámico y, cómo no, a las vistas de los asiduos del Balneario, el taller de Vallejo ganó prestigio a nivel nacional (prueba de ello son las consideraciones que le fueron otorgadas: Medalla de los Sitios de Gerona y Ciudad Rodrigo y, sobre todo, la medalla al Mérito del Trabajo, concedida en la II República). Y no sólo eso, sino que también grandes personalidades de la época visitaron su casa.
Después de una vida rica en producción artística, murió sin hijos, casi inesperadamente, el día 22 de enero de 1934 a los 62 años, con lo que cesó toda actividad al no haber transmitido su arte a ningún miembro de la familia.
De los enseres de trabajo no queda nada, ya que su viuda lo vendió todo a Mezquita, ceramista de Andujar. Sólo se conservan algunas de las piezas de cerámica.
Las personalidades que visitaron su taller quedaron inmortalizadas en el libro de firmas que poseía en el taller y que aún hoy conserva su sobrina Ana Casado Borrego. Este libro de firmas contiene no sólo las firmas, sino también artículos, poesías, dibujos, según fuera la dedicación de los firmantes:
Santiago Ramón y Cajal, Joaquín Álvarez Quintero, José Muñoz San Román, José Ortega y Gasset, Darío de Regoyos, Tomás Cuesta, Rodolfo Valentino, Marquesa de Gandia, Marquesa de Altamira, Marquesa de Caltojar, Marquesa de Cardeña, Marquesa de Salar, Francisco Rodríguez Marín, Serafín Álvarez Quintero, Armando Palacio Valdés, Rafael Bernier, María Guerrero, Charle Haplin…
Las dedicatorias que se conservan dan buena cuenta de la fama de este alfarero marmlejeño, o como le bautizó la prensa de la época, el cacharrero de Marmolejo, veamos algunas de ellas:
El poeta Rodríguez Marín le cantó estos versos:
Dos cosas muy principales
se estiman en Marmolejo
y son en mérito iguales
las aguas medicinales
y el taller del buen Vallejo.
Sus vasijas son garbosas
lindas, variadas, preciosas,
y así, en media Andalucía
por sus manos primorosas
es rey de la alfarería
Su oficio es noble y bizarro
y entre todos el primero
pues para gloria del barro
Dios fue el primer cacharrero
y el hombre el primer cacharro.
El ilustre Manuel Siurot le dedicó igualmente estos versos:
Al gran artista Vallejo
hombre ni mozo ni viejo
todo el mundo lo visita
porque es su taller la cita
del que viene a Marmolejo.
Aquella casa es casino
donde corre el peregrino
ingenio de nuestra tierra
allí se hace amable guerra
a lo humano y lo divino
Severas conversaciones
de cálculos y riñones
se mezclan con la dispepsia
se habla de flato y magnesia
cólicos y congestiones
Y en disputa femenina
charlan como golondrinas
y cruzan cien mil preguntas
todas las mujeres juntas.
porque saben que nos mengua,
aunque esté el hígado enfermo,
tener muy sana la lengua.
Oye y calla el gran Vallejo,
mientras en el barro frio
imprime su maestría
el mago de Marmolejo.
Surge del ánfora graciosa,
se hace un silencio profundo,
y en la pensadora frente
del artista ve la gente
una ráfaga gloriosa
de la luz que alumbra el mundo.
Y no podemos olvidar los versos que le dedicaron los insignes Serafín y Joaquin Alvarez Quintero:
Nos ha asegurado un viejo
que Santas Justa y Rufina
de alfareras claro espejo,
por inspiración divina
vinieron a Marmolejo,
y su herencia de arte fina
le dejaron a Vallejo.
En la hemeroteca digitalizada del ABC podemos encontrar el reportaje que este diario publicó el 20 de mayo de 1928 al maestro Vallejo, el cacharrero de Marmolejo.